"Se dirá que el amor no es para entenderlo, sino para sentirlo y disfrutarlo, y que el romanticismo no soporta ninguna lógica: nada más erróneo. La actitud sentimentalista, además de ingenua, es peligrosa, ya que una de las principales causas del mal de amores nace precisamente de creencias irracionales y poco realistas que hemos elaborado sobre el afecto a lo largo de nuestra vida...", lee Walter Riso cuando abre al azar un ejemplar de Ama y no sufras, su último libro.
Riso es psicólogo clínico y profesor de terapia cognitiva especializado en relaciones de pareja. Nació en Nápoles en 1951, pero a los 6 años llegó a Buenos Aires. A los 18, comenzó a estudiar Psicología, pero la intervención de la Universidad lo llevó a radicarse en Colombia, donde finalmente pudo concluir sus estudios. En menos de un año se agotaron seis ediciones en España de ¿Amar o depender?, uno de sus primeros trabajos.
Días atrás, volvió a Buenos Aires en compañía de Iris, su esposa (y terapeuta como él), para presentar su nueva obra.
–¿De qué trata Ama y no sufras?
–De demostrar que un amor completo, sano y gratificante, que nos acerque más a la tranquilidad que al sufrimiento, requiere la unión de tres factores: deseo, amistad y ternura. Una pareja funcional no necesita tener sexo cinco veces al día (la calidad es mejor que la cantidad), estar de acuerdo en todo (las discrepancias leves reafirman la individualidad) o vivir un eterno romance (mucha ternura empalaga). El amor inteligente es un menú que se activa según las necesidades. Al final de cada capítulo, y con el título Para no sufrir, se proponen alternativas realistas y muy pragmáticas para encarar los temas conflictivos. Se sufre demasiado por amor, y no es bueno.
–¿Qué hacer para no sufrir?
–Hay una frase de Baruch Spinoza, un filósofo holandés que vivió en Amsterdam en el siglo XVII, que ya entonces advertía que "el amor pasional nos hace sufrir y perder la libertad". Y creo que la gran tarea es desmitificar el amor en el buen sentido. Bajarlo a la tierra, hacerlo menos romántico, menos Susanita y Mafalda, más budista.
–¿Cómo es eso?
–No sólo hay que degustar el amor, sino incorporarlo a nuestro sistema de creencias; razón y emoción en cantidades adecuadas. En mi trabajo como terapeuta trato que mis pacientes logren crear un espacio para reflexionar. Donde puedan tomar distancia, ver claro, pensar libremente y descubrir qué es lo más conveniente. Un espacio que les permita comprender que a veces perder es ganar y ganar es perder. Y no es un juego de palabras, es la sabiduría paradójica de las grandes tradiciones. Imagine una mujer maltratada por su marido, pareja, o lo que sea, que intente por todos los medios retenerlo a su lado. Si mira bien, se dará cuenta de que esa relación es enferma, que no tiene futuro. Que perder a su pareja es lo mejor que le puede ocurrir, porque es la libertad, la posibilidad de construir algo nuevo... de dejar de sufrir.
–¿Qué característica tiene una buena pareja?
–Creo que hay síntomas. En primer lugar, a ambos les indignan las mismas cosas; ése es un principio de bioética. En el segundo, comparten una confianza básica: saben que nunca se van a hacer daño intencionalmente. En el tercero, sienten alegría. Alegría por estar juntos; "por saber que existes". Tengo 54 años y sobre la base de mi experiencia agregaría: tranquilidad y deseo.
–¿Y en tiempos difíciles?
–En las malas épocas, las buenas relaciones se fortalecen y las disfunciones se acaban. El dolor compartido puede unir más que separar. Si tienen problemas económicos, que luchen juntos. Si los echan del lugar donde viven, busquen otro sitio; duerman en la calle, pero juntos. El sufrimiento es menor si se divide entre dos. Y si hay una enfermedad en la familia, que sea motivo de unión, de trabajo de equipo. Cada vez que las dificultades afecten a tu pareja, recuérdale que no está sola, que no eres un desertor o una desertora y que puede contar contigo. Un amor completo no se agota en el placer del sexo, ni en la alegría de que el otro exista, también necesita estar listo para el sufrimiento compartido.
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